miércoles, 31 de octubre de 2012

DECEPCIÓN.


Es como una muerte interna. Se te solidifica la sangre haciéndote perder toda energía para poder moverte, se te para el ritmo del corazón dándote unos pinchazos que apenas te dejan expresar tu dolor, los pulmones se encogen lentamente obligando a que dejes de respirar, te rasgan el estómago como si algo desde dentro quisiera destrozarte. No puedes explicarlo, pues nada de eso pasa en realidad, pero tú lo sientes en lo más interno de tu ser.  

Crees ser alguien, pero no. Crees ser importante, tampoco. Crees ser parte de ella, pero haber estado unidas una vez no quiere decir que la otra persona necesite de ti.  Has creído durante tantos años ser algo, que nunca ha existido para la otra parte. Ver como ajenos hacen que olvide eso que ella dice ser parte de su ser e incluso se lo plantea.  Y eso es lo triste. Eso es lo que destroza. Eso es lo que duele. Eso es lo que mata.

Miles de contradicciones invaden cuerpo, corazón, mente y sentimiento. Sabes que amor siempre quedará, existe un vínculo que es imposible romper, pero todo lo que lo adornaba, todo lo que lo acrecentaba, todo lo que le daba el valor ha desaparecido. La confianza se ha fugado repentinamente, en cuestión de segundos, casi sin darte cuenta y lo único que has sentido ha sido que algo de dentro de ti se esfumaba como vaho dejando un hueco oscuro, asqueroso, doloroso, enorme e incierto justo en el centro de tu estómago. La comprensión se ha escapado de tus manos, siempre la tenías para esa persona, pero ahora busques donde busques, siendo como eres, educada como estás educada, ya nunca volverá. La ayuda que siempre habías creído ofrecer y dar, resulta que nunca ha estado ahí, nunca ha brotado, nunca ha sido efectiva porque era inválida, solo valía la que surgía de otros cuerpos y mientras todo ese tiempo que has empleado en hablar, escuchar llorar y poner el hombro, aconsejar, escribir una carta u organizar algo para animar es ahora tiempo muerto, tiempo que no ha sido empleado para nada.

 Ahora hay miedo, hay rabia, hay tristeza.

Como cuando un espejo que se rompe, por mucha dedicación y tiempo que emplees, nunca podrás volver a hacer que sea el mismo, la confianza en una relación tiene la misma característica. Seguirá existiendo un vínculo, pero nunca será el mismo.

 Dejar que se digan (y agradecerlo) palabras como egoísta, intolerante, machista. Desear no haberte tenido nunca en su vida. Cambiarte por otras personas a las que acaba de conocer. Hacerte sentir que no eres lo que esperaba. Sientes vergüenza por ver que ha ido de algo que en realidad no es, sientes rabia por ver que presume de tener una relación que solo utiliza para dar una imagen, sientes pena por ver que quiere ser algo que nunca será, sientes asco por ver quiénes son las personas a las que valora. Solo puedes decirle cosas que antes te había dicho a ti, pero visto lo visto, y sabiendo que todo lo que te había enseñado era mentira: Puedes verte muy arropado en estos momentos, pero no sabes cuánto te durará y todas esas personas a las que tanto quieres ahora, te dejarán sola cuando menos esperes. Solo piensa “si un día estás enferma, a ver cuántas de esas personas estarán”. No eres tan importante para que el mundo exterior pare su vida y se dedique a ti. No lo eres.

Las personas nos equivocamos, decimos cosas que no sentimos, nos hacemos daño, pero cuando creemos que lo hemos hecho mal, pedimos perdón. Cuando no estás dispuesto a pedir perdón o solo lo haces porque crees que es lo que la otra persona quiere oír analiza lo que haces, porque eso no es un error y eso no puede ser perdonado.

Yo creía que era importante, pero no es algo recíproco. Ahora me has perdido, sé que tienes a más personas. Sé feliz con ellos,  porque conmigo, ya no tienes esa opción. Nunca pensé que se me haría tanto daño, que una persona como tú me cambiaría por otros. Por eso me declaro huérfana de ti.
Esto es lo que se llama: DECEPCIÓN.